Obsesión fatal by Faith Martin

Obsesión fatal by Faith Martin

autor:Faith Martin [Martin, Faith]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2018-04-15T00:00:00+00:00


19

El director del Oxford Mail estaba intrigado y un poco desconcertado por el artículo presentado por sir Marcus Deering para publicarlo en el siguiente número del periódico. Tenía el instinto de un buen periodista y olía que había una historia detrás de aquellas palabras, una de las razones por las que había aceptado incluirlas. No era una noticia de última hora, pero sir Marcus era un hombre rico e influyente, y sus grandes almacenes del centro de la ciudad pagaban bien por figurar regularmente en su sección de publicidad, algo que siempre había que tener en cuenta.

Eso, y el hecho de que sir Marcus cenaba a menudo con el dueño del periódico.

También estaba el asunto del reciente accidente de coche de su hijo, que apenas había ocupado un par de líneas al final de la página nueve. Ahora se lo cuestionaba. ¿Podría haber alguna relación?

De ese modo, el artículo, que narraba los humildes orígenes del gran hombre en los negocios y su angustia, arrepentimiento y horror por el incendio de un almacén que había ocurrido cuando él había estado empleado en uno de sus primeros trabajos, aparecería en la página cinco, con una bonita foto promocional del propio empresario y con la mención de que acababa de donar quinientas libras a un orfanato local.

Y, salvo una anotación mental para sí mismo de «estar atento a estos detalles», el director no le prestó más atención.

Trudy llegó sin problemas a la residencia de la familia Gordon. Ubicada en Kidlington, en las afueras llenas de árboles, donde el canal de Oxford discurría cerca de la vía férrea, el ya retirado agente Richard Gordon vivía con su esposa, Glenda, y el menor de sus cinco hijos, que todavía no se había casado ni independizado.

Pero no había ni rastro del hijo ni de su mujer cuando el exagente abrió la puerta, hizo ademán de comprobar sus credenciales y la condujo de mala gana a una pequeña sala de estar.

Desde la ventana apenas se distinguía una construcción de cristal que su esposa probablemente denominaría «invernadero», donde unas plantas de aspecto débil se resistían al frío de enero y a la poca luz del día.

—Has tenido suerte de encontrarme en casa. Trabajo tres noches a la semana como vigilante nocturno, así que suelo estar en la cama a estas horas. ¿A qué viene todo esto? —le preguntó Gordon secamente.

A sus sesenta y un años, era un hombre corpulento, que se estaba quedando calvo a marchas forzadas y tenía unos ojos azules como grosellas hervidas. La nariz grande no le favorecía mucho el aspecto, y las mejillas enrojecidas indicaban a Trudy que también era aficionado a la bebida. Unos dedos manchados de nicotina apartaron una de las cortinas mientras miraba hacia el exterior, tal vez para ver qué pensaban sus vecinos de la visita de un agente de policía uniformado.

Lo cual era chocante en un hombre que en otro momento de su vida también había llevado el mismo uniforme. ¿De qué tenía que avergonzarse? Pero cuando Trudy miró



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